No es un libro, es un error

<p>Ante una legión de periodistas rendidos, muchos anélidos, <strong>Isabel </strong>presentó su libro, o, para ser precisos, lo justificó. Y ha sido quizás la peor idea de su dilatada vida pública. Estética y ética aparte, y al margen de aspectos legales sobre las cartas -la propiedad será de ella, la propiedad intelectual es de <strong>Mario</strong>- resulta absurdo decir que él era feliz con ella y ella con él, pero denuncia feas escenas de celos, recurrentes en todos sus maridos y publica una carta, no sabemos si realmente enviada y recibida, poniéndolo verde y, en teoría, rompiendo con él, ¡y lo que cuenta es que es él el que se ha ido! ¿Nadie en la editorial, la familia o en sus cabales le explicó a Isabel que no cabe dar una versión de los hechos y, a la vez, contradecirla? Hay otros aspectos discutidos o inverosímiles, pero el esencial es: ¿qué falta le hacía publicar? ¿En qué cree que le beneficia? No es un libro, es un error.</p>

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 Ante una legión de periodistas rendidos, muchos anélidos, Isabel presentó su libro, o, para ser precisos, lo justificó. Y ha sido quizás la peor idea de su dila  

Ante una legión de periodistas rendidos, muchos anélidos, Isabel presentó su libro, o, para ser precisos, lo justificó. Y ha sido quizás la peor idea de su dilatada vida pública. Estética y ética aparte, y al margen de aspectos legales sobre las cartas -la propiedad será de ella, la propiedad intelectual es de Mario– resulta absurdo decir que él era feliz con ella y ella con él, pero denuncia feas escenas de celos, recurrentes en todos sus maridos y publica una carta, no sabemos si realmente enviada y recibida, poniéndolo verde y, en teoría, rompiendo con él, ¡y lo que cuenta es que es él el que se ha ido! ¿Nadie en la editorial, la familia o en sus cabales le explicó a Isabel que no cabe dar una versión de los hechos y, a la vez, contradecirla? Hay otros aspectos discutidos o inverosímiles, pero el esencial es: ¿qué falta le hacía publicar? ¿En qué cree que le beneficia? No es un libro, es un error.

Es el fin de una época, si no de todas las épocas, de la crónica rosa. Si hay un personaje que ha marcado la continuidad del chisme en España desde hace décadas es el de Isabel Preysler. Y si una publicación lo acredita es ¡Hola!, que ha dedicado docenas, si no cientos, de portadas a Isabel, sus maridos, hijos, nietos, suegros, yernos, nueras, amigos, dulces y ladrillos. Pues bien, esta semana, pese a llevar dentro una entrevista en exclusiva por su reciente libro de memorias amatorias, no hay una sola línea, un cintillo, una ventanita, una fotito, algo que lo anuncie en portada. Nada de nada. El ejemplar es exquisito, de coleccionista, un alarde de producción, sutileza fotográfica, estudio de color y atmósfera de conjunto. Trae la boda gótica de Stella del Carmen, la hija de Antonio Banderas y Melanie Griffith, que tiene ese vicio y lleva un ramo de flores negras. Agg. La novia, guapísima, inquietante, como la madrina, que parece salida de Los Otros, y el novio y el padre, de esmoquin, no de chaqué, a riesgo de que les pidieran una copa. La composición otoñal, perfecta, pero ajena. El otoño es el de la matriarca.

Bigote Arrocet.
Bigote Arrocet.GTRES

Asombro y bostezo, a partes iguales, produce la exclusiva de Lecturas sobre el incombustible, acaso eterno, Bigote Arrocet y una joven llamada Mimí, que aparece bañándose con él y no simplemente bañándole, como cabría pensar dadas las diferencias de edad y supuesta constitución física. Lo cierto es que el que fuera tanto de María Teresa Campos, y saludador de vecinas en el 13 Rue del Bigote, se conserva muy bien y, lo más atrevido, por no decir escalofriante, dentro de un bañador violentamente amarillo, en el que se agita tonteando como un zangolotino adolescente. ¿Y si es eterno?

La cantante Amaia Montero.
La cantante Amaia Montero.GTRES

Diez Minutos lleva en portada, sin maquillaje, pero tan fresca, a Amaia Montero, que, como todo el mundo sabe, ha vuelto a La Oreja de Van Gogh, aunque cabría decir que La Oreja de Van Gogh ha vuelto a Amaia Montero. No hay precedentes de un éxito comercial tan asombroso y tan discutido. Dicen que es una perfidia del marketing, una manipulación de masas, una operación publicitaria con más pasado que futuro. Los datos: en menos de una hora, 100.000 entradas, y un día de propina en el Movistar Arena. A lo mejor es que, simplemente, la gente quería verlos, y paga por ello. Sin más.

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