La desconocida colaboración para salvar el arte en la Guerra Civil: «El Grupo de Roda existió»

«Porque tengo 60 años, que si no…» La voz de Marisancho Menjón (Tauste, Zaragoza) suena retadora y juvenil al otro lado del teléfono, a pesar de que la propia historiadora del arte revela su edad, como un molesto escollo para emprender una tarea que, a su juicio, Aragón aún tiene pendiente. «No se han hecho estudios monográficos de qué ocurrió con el arte durante la Guerra Civil y tampoco se sabe, por tanto, cuánta gente y quiénes se jugaron el pellejo en los pueblos escondiendo bienes en sus casas para salvarlos de la quema . Seguro que todavía los descendientes sabrán cosas», dice convencida la exdirectora general de Patrimonio Cultural del Gobierno aragonés.Hay tantas historias sobre estos ‘ Monuments Men’ españoles que a Menjón le habría salido «la Espasa» si hubiera recogido en su novela ‘El Grupo de Roda’ (Doce Robles) todas las que ha ido conociendo. Decidió centrarse en narrar una «fantástica», la de unos amigos que la guerra desgajó en bandos contrarios, pero que colaboraron clandestinamente para proteger el rico patrimonio de Roda de Isábena de la destrucción en esos difíciles días. «El Grupo de Roda existió» , asegura en conversación telefónica con este periódico. Sus miembros formaron parte de esa ‘Cruz Roja del arte aragonés’, como denominó el marqués de Lozoya a los que se arriesgaron para salvar obras artísticas de la destrucción.La historiadora del arte, que cuenta con una veintena de libros, llevaba rumiando su primera incursión en la novela desde que en 1999 leyó por primera vez ‘Arte y Guerra Civil’ (La Val de Onsera), de Luis Monreal . Le sorprendió que, en sus memorias, este reputado historiador del arte y jurista, que trabajó para el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN) del bando franquista y fue después comisario de la Zona de Levante (Cataluña, Valencia y Baleares), «reconociera el buen trabajo que hicieron los republicanos».Noticia Relacionada reportaje Si Tras la pista del patrimonio español descuartizado y disperso Mónica Arrizabalaga El proyecto Nostra et Mundi, impulsado por la Fundación de Castilla y León, ha documentado las vicisitudes de 286 obras históricas que salieron de España y hoy se conservan en museos de todo el mundoEn su libro, Monreal hablaba de la excursión de un grupo de estudiantes a Roda de Isábena antes de la guerra y del impacto que causó en ellos. «La catedral de Roda es algo que ves una vez y no olvidas nunca, ese majestuoso edificio en un lugar tan remoto en la falda del Pirineo y una historia tan peculiar», coincide Menjón, que precisamente ahora investiga una de sus joyas, el terno de San Valero y San Vicente que el obispo de Lérida vendió y hoy se conserva en el Disseny Hub Barcelona . El antiguo miembro del SDPAN narraba también un encuentro en Caspe durante la guerra con un amigo que pertenecía al Consejo de Aragón, un organismo de gobierno creado en la mitad oriental aragonesa que permaneció fiel a la República. Contaba Monreal que estuvo en su despacho y vio que en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 se habían señalado varias páginas con piezas procedentes de Roda. «Ojalá mi amigo Rogelio haya podido tener alguna participación en el cuidado de este tesoro», recordaba haber pensado entonces el historiador del arte.Roda de Isábena Vista general del claustro. Silla y báculo de San Román en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 CedidasEl personaje de Roger, enamorado de la ficticia Cecilia de ‘El Grupo de Roda’, se inspira en este Rogelio que, según ha averiguado Menjón, se llamaba en realidad Evelio. A Monreal resulta fácil identificarlo con otro de los protagonistas, José. La autora ha mantenido su apellido, aunque ha modificado su nombre, como también los de Herminia Allanegui (Mina) y Benito Paricio (Juanito), porque en la novela imagina diálogos y comportamientos que desconoce si se ajustan a cómo eran en realidad. Herminia fue muy conocida años después en Madrid. Esposa de José Muguruza y cuñada del arquitecto del Valle de los Caídos, abrió una famosa librería anticuaria en Madrid, ‘Mirto’, a la que acudían habitualmente literatos e intelectuales como Julio Caro Baroja. Andrés Trapiello, que la conoció personalmente, la describe en su libro ‘Madrid’ como «encantadora, chispeante y divertida». Muchos de los episodios de esta «grandísima aventura del salvamento y recuperación del arte durante la Guerra Civil» también ocurrieron, aunque Menjón haya dado rienda suelta a su imaginación para inventar otras en la novela. « Ejemplifican lo ocurrido con el arte aragonés », señala la exdirectora de Patrimonio, que bebe de las obras de Arturo Colorado, en especial de su estudio ‘Éxodo y exilio del arte. La odisea del Museo del Prado durante la Guerra civil’ (Cátedra, 2008). También de la «valiente» investigación de Francisco Gracia y Gloria Munilla ‘Salvem l’art’ (La Magrana, 2011), sobre la protección del patrimonio catalán durante la contienda.Mensajes clandestinosSegún explica, los agentes de los servicios de salvamento del patrimonio de ambos bandos, « buscaban la manera de comunicarse, de dejarse notas y sobre todo de informar de dónde estaban los depósitos artísticos para que no se perdieran ». Los republicanos avisaban a los agentes del patrimonio del bando sublevado, que iban en la vanguardia de las tropas para llegar los primeros y proteger los bienes. Menjón resalta que «hubo republicanos que se mantuvieron al cargo de los depósitos artísticos que tenían a su cargo hasta la entrada de los franquistas, sabiendo que les podía costar la vida o, desde luego, el encarcelamiento, porque sentían la necesidad de dejar en manos de otro responsable los objetos y bienes que custodiaban». Haciendo inventario de incautaciones, carteles con mensajes para la protección del patrimonio en zona republicana e imagen de un depósito artístico incluida en una publicación del SDPAN en 1940 Cedidas « Sabían que era más importante su cuidado que lo que les podía pasar a ellos », añade la escritora, admirada de «la conciencia clarísima que tuvieron de lo necesario que era salvaguardar el patrimonio». En esta trama, que aborda temas tan sensibles como la Guerra Civil, la protección del patrimonio y la actuación de la Generalitat («que fue, en una visión global, positiva, pero también tuvo muchos puntos negros »), salen a colación las disputadas pinturas murales de Sijena , tan presentes en la etapa de Menjón al frente de la Dirección General de Patrimonio de Aragón. «Pero no son el tema principal», se apresura a añadir la también autora del estudio ‘Salvamento y expolio. Las pinturas murales del monasterio de Sijena en el siglo XX’. Menjón confiesa que la editorial le propuso escribir una novela sobre Sijena, pero finalmente ella optó por contar esta historia, con sus heroicidades y sus sombras de robos, ventas ilegales y contrabando, que también existieron.Pioneros en el salvamento del artePara escribirla, consultó en archivos los inventarios de los traslados, actas, correspondencia, documentos y hasta las proclamas para salvaguardar el patrimonio que se emitían por la radio durante la contienda. « Es la primera vez que se atiende al salvamento del arte y, además, por parte de los bandos », asegura antes de subrayar que fue algo pionero en el mundo. «En la Segunda Guerra Mundial , corrigiendo los errores del campo de ensayos que fue España, siguieron muchas de las pautas que se habían tomado para proteger el arte en la Guerra Civil ». «No se les ha hecho un reconocimiento a todos esos agentes que, tanto de un lado como del otro, se jugaron el pellejo para salvar el patrimonio» Marisancho Menjón Autora de ‘El Grupo de Roda’«Eso no lo ponemos de relieve, pero me parece de mayor interés» y « no se les ha hecho un reconocimiento a todos esos agentes que, tanto de un lado como del otro, se jugaron el pellejo literalmente en estas operaciones para salvar el patrimonio», remarca.Roda no se salvó décadas después de la codicia de Erik el Belga y de «los que le acompañaban y sus clientes, que fueron tan culpables como él», según apunta Menjón. Por fortuna, se recuperaron restos de la valiosa silla de San Ramón y actualmente la antigua catedral de San Vicente conserva un conjunto de bienes artísticos muy notable, con las mitras de San Valero y San Ramón, relicarios, tablas, vírgenes tapices y una interesante colección de indumentaria que formaba parte de la colección del Museo Catedralicio. «Ahí está la mayor colección de tejidos medievales hispano-musulmanes conservados in situ , que son unas piezas extraordinarias, cuenta en su claustro con la mayor colección epigráfica medieval …», enumera la historiadora, que asegura haber hecho cuanto estaba en su mano por proteger el patrimonio aragonés en los años en los que estuvo al cargo de la Dirección General. Una de sus preocupaciones actuales es salvaguardar los cascos históricos. «Como no nos pongamos con ello de forma decidida, los veremos desaparecer», advierte. «Porque tengo 60 años, que si no…» La voz de Marisancho Menjón (Tauste, Zaragoza) suena retadora y juvenil al otro lado del teléfono, a pesar de que la propia historiadora del arte revela su edad, como un molesto escollo para emprender una tarea que, a su juicio, Aragón aún tiene pendiente. «No se han hecho estudios monográficos de qué ocurrió con el arte durante la Guerra Civil y tampoco se sabe, por tanto, cuánta gente y quiénes se jugaron el pellejo en los pueblos escondiendo bienes en sus casas para salvarlos de la quema . Seguro que todavía los descendientes sabrán cosas», dice convencida la exdirectora general de Patrimonio Cultural del Gobierno aragonés.Hay tantas historias sobre estos ‘ Monuments Men’ españoles que a Menjón le habría salido «la Espasa» si hubiera recogido en su novela ‘El Grupo de Roda’ (Doce Robles) todas las que ha ido conociendo. Decidió centrarse en narrar una «fantástica», la de unos amigos que la guerra desgajó en bandos contrarios, pero que colaboraron clandestinamente para proteger el rico patrimonio de Roda de Isábena de la destrucción en esos difíciles días. «El Grupo de Roda existió» , asegura en conversación telefónica con este periódico. Sus miembros formaron parte de esa ‘Cruz Roja del arte aragonés’, como denominó el marqués de Lozoya a los que se arriesgaron para salvar obras artísticas de la destrucción.La historiadora del arte, que cuenta con una veintena de libros, llevaba rumiando su primera incursión en la novela desde que en 1999 leyó por primera vez ‘Arte y Guerra Civil’ (La Val de Onsera), de Luis Monreal . Le sorprendió que, en sus memorias, este reputado historiador del arte y jurista, que trabajó para el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN) del bando franquista y fue después comisario de la Zona de Levante (Cataluña, Valencia y Baleares), «reconociera el buen trabajo que hicieron los republicanos».Noticia Relacionada reportaje Si Tras la pista del patrimonio español descuartizado y disperso Mónica Arrizabalaga El proyecto Nostra et Mundi, impulsado por la Fundación de Castilla y León, ha documentado las vicisitudes de 286 obras históricas que salieron de España y hoy se conservan en museos de todo el mundoEn su libro, Monreal hablaba de la excursión de un grupo de estudiantes a Roda de Isábena antes de la guerra y del impacto que causó en ellos. «La catedral de Roda es algo que ves una vez y no olvidas nunca, ese majestuoso edificio en un lugar tan remoto en la falda del Pirineo y una historia tan peculiar», coincide Menjón, que precisamente ahora investiga una de sus joyas, el terno de San Valero y San Vicente que el obispo de Lérida vendió y hoy se conserva en el Disseny Hub Barcelona . El antiguo miembro del SDPAN narraba también un encuentro en Caspe durante la guerra con un amigo que pertenecía al Consejo de Aragón, un organismo de gobierno creado en la mitad oriental aragonesa que permaneció fiel a la República. Contaba Monreal que estuvo en su despacho y vio que en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 se habían señalado varias páginas con piezas procedentes de Roda. «Ojalá mi amigo Rogelio haya podido tener alguna participación en el cuidado de este tesoro», recordaba haber pensado entonces el historiador del arte.Roda de Isábena Vista general del claustro. Silla y báculo de San Román en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 CedidasEl personaje de Roger, enamorado de la ficticia Cecilia de ‘El Grupo de Roda’, se inspira en este Rogelio que, según ha averiguado Menjón, se llamaba en realidad Evelio. A Monreal resulta fácil identificarlo con otro de los protagonistas, José. La autora ha mantenido su apellido, aunque ha modificado su nombre, como también los de Herminia Allanegui (Mina) y Benito Paricio (Juanito), porque en la novela imagina diálogos y comportamientos que desconoce si se ajustan a cómo eran en realidad. Herminia fue muy conocida años después en Madrid. Esposa de José Muguruza y cuñada del arquitecto del Valle de los Caídos, abrió una famosa librería anticuaria en Madrid, ‘Mirto’, a la que acudían habitualmente literatos e intelectuales como Julio Caro Baroja. Andrés Trapiello, que la conoció personalmente, la describe en su libro ‘Madrid’ como «encantadora, chispeante y divertida». Muchos de los episodios de esta «grandísima aventura del salvamento y recuperación del arte durante la Guerra Civil» también ocurrieron, aunque Menjón haya dado rienda suelta a su imaginación para inventar otras en la novela. « Ejemplifican lo ocurrido con el arte aragonés », señala la exdirectora de Patrimonio, que bebe de las obras de Arturo Colorado, en especial de su estudio ‘Éxodo y exilio del arte. La odisea del Museo del Prado durante la Guerra civil’ (Cátedra, 2008). También de la «valiente» investigación de Francisco Gracia y Gloria Munilla ‘Salvem l’art’ (La Magrana, 2011), sobre la protección del patrimonio catalán durante la contienda.Mensajes clandestinosSegún explica, los agentes de los servicios de salvamento del patrimonio de ambos bandos, « buscaban la manera de comunicarse, de dejarse notas y sobre todo de informar de dónde estaban los depósitos artísticos para que no se perdieran ». Los republicanos avisaban a los agentes del patrimonio del bando sublevado, que iban en la vanguardia de las tropas para llegar los primeros y proteger los bienes. Menjón resalta que «hubo republicanos que se mantuvieron al cargo de los depósitos artísticos que tenían a su cargo hasta la entrada de los franquistas, sabiendo que les podía costar la vida o, desde luego, el encarcelamiento, porque sentían la necesidad de dejar en manos de otro responsable los objetos y bienes que custodiaban». Haciendo inventario de incautaciones, carteles con mensajes para la protección del patrimonio en zona republicana e imagen de un depósito artístico incluida en una publicación del SDPAN en 1940 Cedidas « Sabían que era más importante su cuidado que lo que les podía pasar a ellos », añade la escritora, admirada de «la conciencia clarísima que tuvieron de lo necesario que era salvaguardar el patrimonio». En esta trama, que aborda temas tan sensibles como la Guerra Civil, la protección del patrimonio y la actuación de la Generalitat («que fue, en una visión global, positiva, pero también tuvo muchos puntos negros »), salen a colación las disputadas pinturas murales de Sijena , tan presentes en la etapa de Menjón al frente de la Dirección General de Patrimonio de Aragón. «Pero no son el tema principal», se apresura a añadir la también autora del estudio ‘Salvamento y expolio. Las pinturas murales del monasterio de Sijena en el siglo XX’. Menjón confiesa que la editorial le propuso escribir una novela sobre Sijena, pero finalmente ella optó por contar esta historia, con sus heroicidades y sus sombras de robos, ventas ilegales y contrabando, que también existieron.Pioneros en el salvamento del artePara escribirla, consultó en archivos los inventarios de los traslados, actas, correspondencia, documentos y hasta las proclamas para salvaguardar el patrimonio que se emitían por la radio durante la contienda. « Es la primera vez que se atiende al salvamento del arte y, además, por parte de los bandos », asegura antes de subrayar que fue algo pionero en el mundo. «En la Segunda Guerra Mundial , corrigiendo los errores del campo de ensayos que fue España, siguieron muchas de las pautas que se habían tomado para proteger el arte en la Guerra Civil ». «No se les ha hecho un reconocimiento a todos esos agentes que, tanto de un lado como del otro, se jugaron el pellejo para salvar el patrimonio» Marisancho Menjón Autora de ‘El Grupo de Roda’«Eso no lo ponemos de relieve, pero me parece de mayor interés» y « no se les ha hecho un reconocimiento a todos esos agentes que, tanto de un lado como del otro, se jugaron el pellejo literalmente en estas operaciones para salvar el patrimonio», remarca.Roda no se salvó décadas después de la codicia de Erik el Belga y de «los que le acompañaban y sus clientes, que fueron tan culpables como él», según apunta Menjón. Por fortuna, se recuperaron restos de la valiosa silla de San Ramón y actualmente la antigua catedral de San Vicente conserva un conjunto de bienes artísticos muy notable, con las mitras de San Valero y San Ramón, relicarios, tablas, vírgenes tapices y una interesante colección de indumentaria que formaba parte de la colección del Museo Catedralicio. «Ahí está la mayor colección de tejidos medievales hispano-musulmanes conservados in situ , que son unas piezas extraordinarias, cuenta en su claustro con la mayor colección epigráfica medieval …», enumera la historiadora, que asegura haber hecho cuanto estaba en su mano por proteger el patrimonio aragonés en los años en los que estuvo al cargo de la Dirección General. Una de sus preocupaciones actuales es salvaguardar los cascos históricos. «Como no nos pongamos con ello de forma decidida, los veremos desaparecer», advierte.  RSS de noticias de cultura

«Porque tengo 60 años, que si no…» La voz de Marisancho Menjón (Tauste, Zaragoza) suena retadora y juvenil al otro lado del teléfono, a pesar de que la propia historiadora del arte revela su edad, como un molesto escollo para emprender una tarea … que, a su juicio, Aragón aún tiene pendiente. «No se han hecho estudios monográficos de qué ocurrió con el arte durante la Guerra Civil y tampoco se sabe, por tanto, cuánta gente y quiénes se jugaron el pellejo en los pueblos escondiendo bienes en sus casas para salvarlos de la quema. Seguro que todavía los descendientes sabrán cosas», dice convencida la exdirectora general de Patrimonio Cultural del Gobierno aragonés.

Hay tantas historias sobre estos ‘Monuments Men’ españoles que a Menjón le habría salido «la Espasa» si hubiera recogido en su novela ‘El Grupo de Roda’ (Doce Robles) todas las que ha ido conociendo. Decidió centrarse en narrar una «fantástica», la de unos amigos que la guerra desgajó en bandos contrarios, pero que colaboraron clandestinamente para proteger el rico patrimonio de Roda de Isábena de la destrucción en esos difíciles días. «El Grupo de Roda existió», asegura en conversación telefónica con este periódico. Sus miembros formaron parte de esa ‘Cruz Roja del arte aragonés’, como denominó el marqués de Lozoya a los que se arriesgaron para salvar obras artísticas de la destrucción.

La historiadora del arte, que cuenta con una veintena de libros, llevaba rumiando su primera incursión en la novela desde que en 1999 leyó por primera vez ‘Arte y Guerra Civil’ (La Val de Onsera), de Luis Monreal. Le sorprendió que, en sus memorias, este reputado historiador del arte y jurista, que trabajó para el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN) del bando franquista y fue después comisario de la Zona de Levante (Cataluña, Valencia y Baleares), «reconociera el buen trabajo que hicieron los republicanos».

En su libro, Monreal hablaba de la excursión de un grupo de estudiantes a Roda de Isábena antes de la guerra y del impacto que causó en ellos. «La catedral de Roda es algo que ves una vez y no olvidas nunca, ese majestuoso edificio en un lugar tan remoto en la falda del Pirineo y una historia tan peculiar», coincide Menjón, que precisamente ahora investiga una de sus joyas, el terno de San Valero y San Vicente que el obispo de Lérida vendió y hoy se conserva en el Disseny Hub Barcelona.

El antiguo miembro del SDPAN narraba también un encuentro en Caspe durante la guerra con un amigo que pertenecía al Consejo de Aragón, un organismo de gobierno creado en la mitad oriental aragonesa que permaneció fiel a la República. Contaba Monreal que estuvo en su despacho y vio que en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 se habían señalado varias páginas con piezas procedentes de Roda. «Ojalá mi amigo Rogelio haya podido tener alguna participación en el cuidado de este tesoro», recordaba haber pensado entonces el historiador del arte.

Imagen principal - Vista general del claustro. Silla y báculo de San Román en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929
Imagen secundaria 1 - Vista general del claustro. Silla y báculo de San Román en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929
Imagen secundaria 2 - Vista general del claustro. Silla y báculo de San Román en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929
Roda de Isábena
Vista general del claustro. Silla y báculo de San Román en el catálogo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929
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El personaje de Roger, enamorado de la ficticia Cecilia de ‘El Grupo de Roda’, se inspira en este Rogelio que, según ha averiguado Menjón, se llamaba en realidad Evelio. A Monreal resulta fácil identificarlo con otro de los protagonistas, José. La autora ha mantenido su apellido, aunque ha modificado su nombre, como también los de Herminia Allanegui (Mina) y Benito Paricio (Juanito), porque en la novela imagina diálogos y comportamientos que desconoce si se ajustan a cómo eran en realidad. Herminia fue muy conocida años después en Madrid. Esposa de José Muguruza y cuñada del arquitecto del Valle de los Caídos, abrió una famosa librería anticuaria en Madrid, ‘Mirto’, a la que acudían habitualmente literatos e intelectuales como Julio Caro Baroja. Andrés Trapiello, que la conoció personalmente, la describe en su libro ‘Madrid’ como «encantadora, chispeante y divertida».

Muchos de los episodios de esta «grandísima aventura del salvamento y recuperación del arte durante la Guerra Civil» también ocurrieron, aunque Menjón haya dado rienda suelta a su imaginación para inventar otras en la novela. «Ejemplifican lo ocurrido con el arte aragonés», señala la exdirectora de Patrimonio, que bebe de las obras de Arturo Colorado, en especial de su estudio ‘Éxodo y exilio del arte. La odisea del Museo del Prado durante la Guerra civil’ (Cátedra, 2008). También de la «valiente» investigación de Francisco Gracia y Gloria Munilla ‘Salvem l’art’ (La Magrana, 2011), sobre la protección del patrimonio catalán durante la contienda.

Mensajes clandestinos

Según explica, los agentes de los servicios de salvamento del patrimonio de ambos bandos, «buscaban la manera de comunicarse, de dejarse notas y sobre todo de informar de dónde estaban los depósitos artísticos para que no se perdieran». Los republicanos avisaban a los agentes del patrimonio del bando sublevado, que iban en la vanguardia de las tropas para llegar los primeros y proteger los bienes. Menjón resalta que «hubo republicanos que se mantuvieron al cargo de los depósitos artísticos que tenían a su cargo hasta la entrada de los franquistas, sabiendo que les podía costar la vida o, desde luego, el encarcelamiento, porque sentían la necesidad de dejar en manos de otro responsable los objetos y bienes que custodiaban».

Imagen principal - Haciendo inventario de incautaciones, carteles con mensajes para la protección del patrimonio en zona republicana e imagen de un depósito artístico incluida en una publicación del SDPAN en 1940
Imagen secundaria 1 - Haciendo inventario de incautaciones, carteles con mensajes para la protección del patrimonio en zona republicana e imagen de un depósito artístico incluida en una publicación del SDPAN en 1940
Imagen secundaria 2 - Haciendo inventario de incautaciones, carteles con mensajes para la protección del patrimonio en zona republicana e imagen de un depósito artístico incluida en una publicación del SDPAN en 1940
Haciendo inventario de incautaciones, carteles con mensajes para la protección del patrimonio en zona republicana e imagen de un depósito artístico incluida en una publicación del SDPAN en 1940
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«Sabían que era más importante su cuidado que lo que les podía pasar a ellos», añade la escritora, admirada de «la conciencia clarísima que tuvieron de lo necesario que era salvaguardar el patrimonio».

En esta trama, que aborda temas tan sensibles como la Guerra Civil, la protección del patrimonio y la actuación de la Generalitat («que fue, en una visión global, positiva, pero también tuvo muchos puntos negros»), salen a colación las disputadas pinturas murales de Sijena, tan presentes en la etapa de Menjón al frente de la Dirección General de Patrimonio de Aragón. «Pero no son el tema principal», se apresura a añadir la también autora del estudio ‘Salvamento y expolio. Las pinturas murales del monasterio de Sijena en el siglo XX’. Menjón confiesa que la editorial le propuso escribir una novela sobre Sijena, pero finalmente ella optó por contar esta historia, con sus heroicidades y sus sombras de robos, ventas ilegales y contrabando, que también existieron.

Pioneros en el salvamento del arte

Para escribirla, consultó en archivos los inventarios de los traslados, actas, correspondencia, documentos y hasta las proclamas para salvaguardar el patrimonio que se emitían por la radio durante la contienda. «Es la primera vez que se atiende al salvamento del arte y, además, por parte de los bandos», asegura antes de subrayar que fue algo pionero en el mundo. «En la Segunda Guerra Mundial, corrigiendo los errores del campo de ensayos que fue España, siguieron muchas de las pautas que se habían tomado para proteger el arte en la Guerra Civil».

Imagen - «No se les ha hecho un reconocimiento a todos esos agentes que, tanto de un lado como del otro, se jugaron el pellejo para salvar el patrimonio»

«No se les ha hecho un reconocimiento a todos esos agentes que, tanto de un lado como del otro, se jugaron el pellejo para salvar el patrimonio»

Marisancho Menjón

Autora de ‘El Grupo de Roda’

«Eso no lo ponemos de relieve, pero me parece de mayor interés» y «no se les ha hecho un reconocimiento a todos esos agentes que, tanto de un lado como del otro, se jugaron el pellejo literalmente en estas operaciones para salvar el patrimonio», remarca.

Roda no se salvó décadas después de la codicia de Erik el Belga y de «los que le acompañaban y sus clientes, que fueron tan culpables como él», según apunta Menjón. Por fortuna, se recuperaron restos de la valiosa silla de San Ramón y actualmente la antigua catedral de San Vicente conserva un conjunto de bienes artísticos muy notable, con las mitras de San Valero y San Ramón, relicarios, tablas, vírgenes tapices y una interesante colección de indumentaria que formaba parte de la colección del Museo Catedralicio. «Ahí está la mayor colección de tejidos medievales hispano-musulmanes conservados in situ, que son unas piezas extraordinarias, cuenta en su claustro con la mayor colección epigráfica medieval…», enumera la historiadora, que asegura haber hecho cuanto estaba en su mano por proteger el patrimonio aragonés en los años en los que estuvo al cargo de la Dirección General. Una de sus preocupaciones actuales es salvaguardar los cascos históricos. «Como no nos pongamos con ello de forma decidida, los veremos desaparecer», advierte.

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