Han pasado ocho meses desde que el Centro Danza Matadero, dependiente del Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, levantara el telón, aunque sus directores, María Pagés y El Arbi el Harti, llevaban un año diseñando la programación y el funcionamiento de lo que quiere ser «el hogar de la danza» y que se autodefine como un «proyecto cultural orgánico, abierto, plural, inclusivo y transversal, que extrae su savia del arraigo de la ciudad en la profunda tradición de todas las danzas que se crean en España y de la universalidad que le sirve de fuente fundamental». Sus líneas generales: «Programación artística en torno a la danza, residencias artísticas para la danza, coproducciones para desarrollar espectáculos nacionales e internacionales; cooperación, colaboración e intercambio artístico con teatros, compañías y centros coreográficos nacionales e internacionales afines; talleres y clases magistrales en las artes de la danza (interpretación, coreografía, dirección de escena…); divulgación sobre la danza en su relación con la ciencia, la salud, la educación, el deporte, la tercera edad, la discapacidad, el urbanismo, la multiculturalidad…; y seminarios, experiencias y actividades orientadas a descubrir la danza para todos los públicos».«Hemos trabajado durante casi una década en el Centro Coreográfico María Pagés en Fuenlabrada -dicen al unísono la bailaora sevillana y el poeta marroquí- y allí nos hemos dado cuenta del estado real de la danza en España, de la necesidad de que los nuevos creadores dispongan de un espacio donde desarrollar sus proyectos. Así nació el Ciclo de Nuevos Creadores , que se ha abierto con el dúo La Venider a , que componen Irene Tena y Albert Hernández , dos antiguos miembros del Ballet Nacional de España que decidieron emanciparse hace un año para conformar lo que ellos definen como «un laboratorio para la transmisión de una cultura contemporánea profundamente arraigada en el folclore, donde se exploran herramientas, mecanismos y lenguajes». Siguió esta semana Juan Carlos Avecilla , un bailarín formado en el flamenco y que ha formado parte de las compañías de Antonio Márquez, María Pagés y Ángel Rojas, entre otros conjuntos. Y de aquí a finales de diciembre formarán parte de este ciclo la cordobesa Marta Gálvez (‘Dama de noche’, 25 y 26 de octubre), procedente también de la danza flamenca, y que ha trabajado asimismo con María Pagés y con sus compañeros de ciclo La Venidera y Juan Carlos Avecilla; Sara Jiméne z (‘Ave de plata’, 7 y 8 de noviembre), que hace tres años decidió emprender su carrera en solitario tras bailar en el Ballet Flamenco de Andalucía, con Rafael Estévez y Valeriano Paños y con Eduardo Guerrero; el dúo de danza contemporánea Lucía Montes y Mado Dallery (‘Im/pasible’, 12 y 13 de diciembre), que formaron compañía hace cuatro años con el propósito de hacer danza juntas y con «un interés común en la investigación, en las artes escénicas y, en particular, en el movimiento»; y cerrará este primer ciclo (lógicamente escorado en esta primera edición del ciclo hacia la danza española) con Rafael Ramírez (‘Crónica de un suceso’, 27 y 28 de diciembre), un bailaor malagueño que ha trabajado con María Pagés y Rafaela Carrasco, entre otros, y que quiere con este espectáculo rendir homenaje a Antonio Gades. «A estos artistas -dicen Pagés y El Harti- hay que darles el espacio y la ayuda que se merecen y, sobre todo, ofrecerles acompañamiento. Lo que necesiten; puede ser un asesoramiento en iluminación o en producción, por ejemplo; algo que les ayude a constituirse realmente en compañía. El aspecto empresarial de la danza es muy complicado; de hecho, hay muchos artistas que se quedan fuera del mercado porque no saben estar en ese mercado. Y una de las batallas de esta casa es poder ofrecer a estos nuevos creadores las armas para que puedan estar en el mercado en condiciones óptimas».María Pagés y El Arbi el Harti se autodefinen como «mirones» y llevan años observando desde su centro coreográfico de Fuenlabrada a los jóvenes que pasaron por allí. «Habíamos puesto ya la lupa sobre todos los artistas que forman este primer ciclo». «Estuvimos allí en residencia con nuestra primera pieza, ‘Inside’, y volvimos con la semilla de este proyecto actual -explican la bilbaína Lucía Montes y la italiana Mado Dallery, las únicas representantes de la danza contemporánea-. En la creación de ‘Im/pasible’ no ha habido acompañamiento en el sentido de ‘tutoría’, pero la residencia en el Centro Coreográfico María Pagés supone un gran apoyo ya simplemente por tener un lugar donde ensayar, porque esos espacios escasean en Madrid. Tanto María como El Arbi nos han acompañado desde el principio, han visto nuestra manera de trabajar y la esencia de lo que hacemos. Esa conexión es la que les ha llevado, imaginamos, a apostar por nosotras para este ciclo». Acompañamiento«Siempre han estado muy pendientes de mi trabajo, María y El Arbi lo conocen muy bien y hemos mantenido un contacto profesional muy estrecho», añade la granadina Sara Jiménez antes de tomar un vuelo rumbo a Chile, donde ofrecerá cinco funciones de ‘ Ave de plata ‘ en tres ciudades: Arica, Iquique y Concepción.Lucía Montes; Juan Carlos Avecilla y Marta Gálvez; Sara Jiménez Isabel PermuySeis compañías forman este primer ciclo de Nuevos Creadores, que se limita a la exhibición de los espectáculos en la Sala Fernando Arrabal (la Nave 11) de Matadero Madrid y a unas actividades paralelas (talleres, coloquios…). «Este primer ciclo nos ha servido para crear un marco de lo que queremos hacer», dicen sus responsables, que cuentan cuáles son sus planes de futuro: «En noviembre se hará una convocatoria de residencias artísticas, que van a tener tres ejes: el primero, la ayuda a la creación; en segundo lugar, el acompañamiento; y finalmente, la exhibición. Se va a completar un círculo con el desarrollo de los proyectos de principio a fin en el Centro Danza Matadero». Para el segundo eje, confiesan Pagés y El Harti que van a recurrir a sus amigos iluminadores, escenógrafos, figurinistas… para que echen una mano, pero esperan tener ya en 2027 un proyecto más profesionalizado y formar un ‘comité de sabios’ que les permita «crear un intercambio, un diálogo intergeneracional, en el que los ‘maestros’ transmitan sus conocimientos pero, al tiempo, reciban enseñanzas por parte de los nuevos creadores, que sea un diálogo recíproco. Los jóvenes tienen mucho que enseñarnos y lo que han hecho los chicos de La venidera es la prueba de que tenemos que estar a las escucha de lo que hablan; plantean una reflexión menos contaminada de la que tenemos nosotros, están desideologizados -en el buen y en el mal sentido-. Tienen cosas hiperpositivas; no tienen complejos con su propio patrimonio ni con la tradición, al contrario que nosotros. En nuestra generación, siempre hemos considerado la modernidad como una ruptura, pero no rompemos con nada. Los jóvenes no creen que la tradición les ate; al contrario, puede darles alas para volar, porque tienen una base, una corporalidad que les permite volar. Esa es la tradición. Y estos chicos tienen una relación totalmente natural con su pasado, con su tradición. Hacen con ella lo que quieran, pero no la rompen, porque la tradición no se rompe».Nuevo y emergenteEl término ‘nuevo’ o ‘emergente’ no se puede aplicar de la misma manera a todos los creadores que participan en el ciclo. Para algunos de los artistas éste es su primer contacto con el escenario desde esa posición, pero otros tienen ya una experiencia, aunque sea corta. Sara Jiménez ganó en 2020 el primer premio del Certamen Coreográfico de Madrid con una pieza titulada ‘Variación a tempo’, pero esta participación en el Centro Danza Matadero lo considera un «escaparate inmenso» para un trabajo que va más allá de la mera coreografía para convertirse en un proyecto de compañía con una dramaturgia y una intención dramática -con ella ha colaborado en este aspecto Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola -. «Va a permitir mostrar al público mi trabajo, mi lenguaje, mi identidad en un espacio por el que pasan grandes compañías tanto españolas como internacionales; se trata de un solo (y yo lo muestro con el teatro desaforado) con el que quiero demostrar que se pueden bailar solos en un gran escenario». También le permite, añade, bailar en Madrid, algo que no es fácil y que no todas las compañías consiguen. «Para nosotros supone un posicionamiento y dejarnos en un gran lugar».Lucía Montes y Mado Dallery llegan a este ciclo con un proyecto que nace «de nuestras ganas de crecer como compañía, y por ello hemos incorporado a una tercera intérprete». ‘Im/pasible’, cuentan, es el fruto de sus inquietudes «sobre la apatía y esa enajenación que sentimos que existe en la sociedad hacia las personas y los cuerpos». Y un deseo. «Que la obra no se quede solo en el estreno. Hasta ahora no nos ha ocurrido, pero sabemos que es el caso de muchas compañías en España, sobre todo cuando se hacen espectáculos más grandes que necesitan mover a más personas. Nosotras esperamos que estas funciones de Matadero sean únicamente el inicio del viaje». Aun así, son conscientes de que estrenar en Matadero supone «una visibilidad y un apoyo a nuestro trabajo, y eso es algo por lo que estamos muy agradecidas».Un callo dolorosoHan pisado las dos creadoras un doloroso callo: la situación de la danza en España, que vivió hace treinta años un período de efervescencia en todas sus manifestaciones -ballet, danza española, flamenco, danza contemporánea, aunque unas más que otras- y que la crisis económica y después la pandemia golpeó con fuerza. «Es muy difícil crecer y mantenerse. Efectivamente, hay mucha efervescencia con las primeras creaciones, pero es muy complicado tener unas condiciones mínimas para continuar de una manera profesional. No hay tantos coreógrafos, por ejemplo, de contemporáneo establecidos, y además, cuando hablas con ellos, te dicen que les resulta igual de difícil mantenerse. Resulta un poco entristecedor ver la escasez de programación de danza contemporánea en Madrid, la ciudad donde vivimos. Somos conscientes de que somos unas privilegiadas y tenemos mucha suerte al poder actuar en el Centro Danza Matadero. Pero incluso como intérpretes, cuando colaboramos con otras compañías, apenas bailamos en Madrid y sí en otros lugares».«Tenemos que ir despacito -dicen María Pagés y El Arbi el Harti-. Con este proyecto queremos explorar y también hacer mucha pedagogía, porque ésta es una casa nueva, hay que visibilizar el ciclo y generar empatía, tanto institucional como con los propios artistas». De momento, añaden, se realizará una convocatoria para la segunda edición del ciclo a la que podrán presentarse las compañías que quieran, y un equipo de selección elegirá los que considere que son los cinco mejores proyectos. De algún modo se sigue el proceso que empezaron Pagés y El Harti en Fuenlabrada, donde había artistas en residencia a los que se acompañaba y asesoraba. «Vamos a institucionalizar este sistema, porque hemos comprobado que funciona. Estamos en un gran teatro y tenemos un buen presupuesto, lo que nos va a permitir estructurar todo lo que ya hemos experimentado».«Debería haber una reflexión más orgánica de la situación de la danza -reflexiona El Harti-. Aquí, en Madrid, hay una oportunidad histórica para que las instituciones se sienten y hablen entre ellas; es fundamental el diálogo con el Ministerio de Cultura para que de aquí, del Centro Danza Matadero, puedan surgir modelos exportables a otros espacios y otros lugares. De aquí puede nacer el comienzo de esta reflexión orgánica, pero para ello tiene que haber un poco más de inteligencia política, de sensibilidad… Y de generosidad».Reflexión profundaCreen los dos que se necesita una profunda reflexión sobre el estado actual de la danza en España, porque hay «un problema serio. Nosotros trabajamos con distintos conservatorios, y la gran mayoría de sus responsables se queja de que no reciben gente, especialmente chicos que quieran ser bailarines o bailaores. Por eso creemos que desde aquí, desde la casa de la danza en Madrid, puede surgir una reflexión sobre la situación no solo de la danza, sino de las artes escénicas en general. Si hablamos de la programación de espectáculos de danza, por ejemplo, puede tener que ver con el empuje del teatro de texto, de sus circunstancias… Pero también de la sensibilidad de los programadores».Habla de nuevo El Harti para citar el programa Platea del Ministerio de Cultura , creado hace diez años, «para resolver un problema que ahora lo que hace es crear un problema para las compañías de danza». Habla de la cuota -en la edición de la temporada 2025/26, se abre a 63 espectáculos de danza de un total de 242, un 26 por ciento-. Las condiciones económicas resultan muy difíciles de asumir por muchas compañías: Cultura, a través del Inaem, cubre hasta el 65 por ciento del caché pactado (un máximo de 12.000 euros por función, IVA incluido), pero el resto depende d e la taquilla; de este modo, las compañías deberían alcanzar el 80 por ciento de ocupación, algo complicado en aquellos lugares donde los precios de las entradas sean muy reducidos o donde la asistencia sea pequeña.La danza se escapa así, dicen Pagés y El Harti, se escapa hacia lo que se denomina espacios no convencionales. «Evidentemente, la danza no atraviesa un buen momento, y es lo que nos lleva a pedir esa reflexión profunda y comprometida de las instituciones». Puede ser, se muestran pesimistas, que empeore, «porque si los chicos no van a los conservatorios…». Y se abre otro melón: la falta de salidas profesionales, la principal causa de que muchos jóvenes renuncien a seguir estudios de danza, y se dediquen a otras profesiones o busquen otros empleos. «En los que estarán frustrados -dice El Harti- porque lo que querían realmente es bailar».Actividades paralelasMientras esta reflexión profunda llega (o no), quieren María Pagés y El Arbi El Harti seguir andando en este sentido, y a los espectáculos programados en el ciclo de Nuevos Creadores les acompañan diversas actividades paralelas. Irene Tena y Albert Hernández, los integrantes de La Venidera, impartieron un taller coreográfico el pasado día 14 destinado a bailarines profesionales de danza española y estudiantes de últimos cursos de conservatorio; y lo mismo harán el 1 de noviembre Lucía Montes y Mado Dallery; el suyo lleva por título ‘Taller cuerpo moldeable’, y está abierto a bailarines o personas con algún tipo de contacto con la danza o el movimiento.Todos los artistas, además, han mantenido o mantendrán después de sus espectáculos un encuentro con el público. ¿Qué les aporta? «En algunos casos, he mantenido encuentros con el público que no me han aportado nada -confiesa Sara Jiménez-, pero en otros han formulado preguntas que nunca me había planteado y que me han llevado a cuestionarme, e incluso a revelarme aspectos de la pieza que no había tenido en cuenta. Me gusta mucho compartir estos diálogos verbales con el público, es una prolongación de nuestro encuentro, de nuestra comunicación, que es al fin y al cabo lo que buscamos, y todo un reto para nosotros».Noticia Relacionada Cultura estandar Si María Pagés cumple en Madrid el sueño que no pudo realizar en Sevilla con la inauguración del Centro Danza Matadero Marta Carrasco El Ballet Flamenco de Andalucía inaugura el nuevo espacio con ‘Pineda. Romance popular en tres estampas’También usan esa misma palabra María Pagés y El Arbi el Harti, que quieren dotar al Centro Danza Matadero de una identidad propia que lo convierta en la casa de la danza en Madrid y no únicamente en un lugar de exhibición. «La cultura es un valor identitario de cohesión social, de esperanza existencial. Por eso las instituciones han de velar por ella, porque si se pierde esa fuente de nuestra singularidad, de nuestro vínculo con lo universal, ¿qué nos queda? Son necesarios el compromiso y la paciencia. Y tenemos que luchar para que, si Madrid quiere ser líder, tiene que comprometerse con la cultura, con la danza, y eso ha de empezar con una reflexión profunda». Han pasado ocho meses desde que el Centro Danza Matadero, dependiente del Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, levantara el telón, aunque sus directores, María Pagés y El Arbi el Harti, llevaban un año diseñando la programación y el funcionamiento de lo que quiere ser «el hogar de la danza» y que se autodefine como un «proyecto cultural orgánico, abierto, plural, inclusivo y transversal, que extrae su savia del arraigo de la ciudad en la profunda tradición de todas las danzas que se crean en España y de la universalidad que le sirve de fuente fundamental». Sus líneas generales: «Programación artística en torno a la danza, residencias artísticas para la danza, coproducciones para desarrollar espectáculos nacionales e internacionales; cooperación, colaboración e intercambio artístico con teatros, compañías y centros coreográficos nacionales e internacionales afines; talleres y clases magistrales en las artes de la danza (interpretación, coreografía, dirección de escena…); divulgación sobre la danza en su relación con la ciencia, la salud, la educación, el deporte, la tercera edad, la discapacidad, el urbanismo, la multiculturalidad…; y seminarios, experiencias y actividades orientadas a descubrir la danza para todos los públicos».«Hemos trabajado durante casi una década en el Centro Coreográfico María Pagés en Fuenlabrada -dicen al unísono la bailaora sevillana y el poeta marroquí- y allí nos hemos dado cuenta del estado real de la danza en España, de la necesidad de que los nuevos creadores dispongan de un espacio donde desarrollar sus proyectos. Así nació el Ciclo de Nuevos Creadores , que se ha abierto con el dúo La Venider a , que componen Irene Tena y Albert Hernández , dos antiguos miembros del Ballet Nacional de España que decidieron emanciparse hace un año para conformar lo que ellos definen como «un laboratorio para la transmisión de una cultura contemporánea profundamente arraigada en el folclore, donde se exploran herramientas, mecanismos y lenguajes». Siguió esta semana Juan Carlos Avecilla , un bailarín formado en el flamenco y que ha formado parte de las compañías de Antonio Márquez, María Pagés y Ángel Rojas, entre otros conjuntos. Y de aquí a finales de diciembre formarán parte de este ciclo la cordobesa Marta Gálvez (‘Dama de noche’, 25 y 26 de octubre), procedente también de la danza flamenca, y que ha trabajado asimismo con María Pagés y con sus compañeros de ciclo La Venidera y Juan Carlos Avecilla; Sara Jiméne z (‘Ave de plata’, 7 y 8 de noviembre), que hace tres años decidió emprender su carrera en solitario tras bailar en el Ballet Flamenco de Andalucía, con Rafael Estévez y Valeriano Paños y con Eduardo Guerrero; el dúo de danza contemporánea Lucía Montes y Mado Dallery (‘Im/pasible’, 12 y 13 de diciembre), que formaron compañía hace cuatro años con el propósito de hacer danza juntas y con «un interés común en la investigación, en las artes escénicas y, en particular, en el movimiento»; y cerrará este primer ciclo (lógicamente escorado en esta primera edición del ciclo hacia la danza española) con Rafael Ramírez (‘Crónica de un suceso’, 27 y 28 de diciembre), un bailaor malagueño que ha trabajado con María Pagés y Rafaela Carrasco, entre otros, y que quiere con este espectáculo rendir homenaje a Antonio Gades. «A estos artistas -dicen Pagés y El Harti- hay que darles el espacio y la ayuda que se merecen y, sobre todo, ofrecerles acompañamiento. Lo que necesiten; puede ser un asesoramiento en iluminación o en producción, por ejemplo; algo que les ayude a constituirse realmente en compañía. El aspecto empresarial de la danza es muy complicado; de hecho, hay muchos artistas que se quedan fuera del mercado porque no saben estar en ese mercado. Y una de las batallas de esta casa es poder ofrecer a estos nuevos creadores las armas para que puedan estar en el mercado en condiciones óptimas».María Pagés y El Arbi el Harti se autodefinen como «mirones» y llevan años observando desde su centro coreográfico de Fuenlabrada a los jóvenes que pasaron por allí. «Habíamos puesto ya la lupa sobre todos los artistas que forman este primer ciclo». «Estuvimos allí en residencia con nuestra primera pieza, ‘Inside’, y volvimos con la semilla de este proyecto actual -explican la bilbaína Lucía Montes y la italiana Mado Dallery, las únicas representantes de la danza contemporánea-. En la creación de ‘Im/pasible’ no ha habido acompañamiento en el sentido de ‘tutoría’, pero la residencia en el Centro Coreográfico María Pagés supone un gran apoyo ya simplemente por tener un lugar donde ensayar, porque esos espacios escasean en Madrid. Tanto María como El Arbi nos han acompañado desde el principio, han visto nuestra manera de trabajar y la esencia de lo que hacemos. Esa conexión es la que les ha llevado, imaginamos, a apostar por nosotras para este ciclo». Acompañamiento«Siempre han estado muy pendientes de mi trabajo, María y El Arbi lo conocen muy bien y hemos mantenido un contacto profesional muy estrecho», añade la granadina Sara Jiménez antes de tomar un vuelo rumbo a Chile, donde ofrecerá cinco funciones de ‘ Ave de plata ‘ en tres ciudades: Arica, Iquique y Concepción.Lucía Montes; Juan Carlos Avecilla y Marta Gálvez; Sara Jiménez Isabel PermuySeis compañías forman este primer ciclo de Nuevos Creadores, que se limita a la exhibición de los espectáculos en la Sala Fernando Arrabal (la Nave 11) de Matadero Madrid y a unas actividades paralelas (talleres, coloquios…). «Este primer ciclo nos ha servido para crear un marco de lo que queremos hacer», dicen sus responsables, que cuentan cuáles son sus planes de futuro: «En noviembre se hará una convocatoria de residencias artísticas, que van a tener tres ejes: el primero, la ayuda a la creación; en segundo lugar, el acompañamiento; y finalmente, la exhibición. Se va a completar un círculo con el desarrollo de los proyectos de principio a fin en el Centro Danza Matadero». Para el segundo eje, confiesan Pagés y El Harti que van a recurrir a sus amigos iluminadores, escenógrafos, figurinistas… para que echen una mano, pero esperan tener ya en 2027 un proyecto más profesionalizado y formar un ‘comité de sabios’ que les permita «crear un intercambio, un diálogo intergeneracional, en el que los ‘maestros’ transmitan sus conocimientos pero, al tiempo, reciban enseñanzas por parte de los nuevos creadores, que sea un diálogo recíproco. Los jóvenes tienen mucho que enseñarnos y lo que han hecho los chicos de La venidera es la prueba de que tenemos que estar a las escucha de lo que hablan; plantean una reflexión menos contaminada de la que tenemos nosotros, están desideologizados -en el buen y en el mal sentido-. Tienen cosas hiperpositivas; no tienen complejos con su propio patrimonio ni con la tradición, al contrario que nosotros. En nuestra generación, siempre hemos considerado la modernidad como una ruptura, pero no rompemos con nada. Los jóvenes no creen que la tradición les ate; al contrario, puede darles alas para volar, porque tienen una base, una corporalidad que les permite volar. Esa es la tradición. Y estos chicos tienen una relación totalmente natural con su pasado, con su tradición. Hacen con ella lo que quieran, pero no la rompen, porque la tradición no se rompe».Nuevo y emergenteEl término ‘nuevo’ o ‘emergente’ no se puede aplicar de la misma manera a todos los creadores que participan en el ciclo. Para algunos de los artistas éste es su primer contacto con el escenario desde esa posición, pero otros tienen ya una experiencia, aunque sea corta. Sara Jiménez ganó en 2020 el primer premio del Certamen Coreográfico de Madrid con una pieza titulada ‘Variación a tempo’, pero esta participación en el Centro Danza Matadero lo considera un «escaparate inmenso» para un trabajo que va más allá de la mera coreografía para convertirse en un proyecto de compañía con una dramaturgia y una intención dramática -con ella ha colaborado en este aspecto Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola -. «Va a permitir mostrar al público mi trabajo, mi lenguaje, mi identidad en un espacio por el que pasan grandes compañías tanto españolas como internacionales; se trata de un solo (y yo lo muestro con el teatro desaforado) con el que quiero demostrar que se pueden bailar solos en un gran escenario». También le permite, añade, bailar en Madrid, algo que no es fácil y que no todas las compañías consiguen. «Para nosotros supone un posicionamiento y dejarnos en un gran lugar».Lucía Montes y Mado Dallery llegan a este ciclo con un proyecto que nace «de nuestras ganas de crecer como compañía, y por ello hemos incorporado a una tercera intérprete». ‘Im/pasible’, cuentan, es el fruto de sus inquietudes «sobre la apatía y esa enajenación que sentimos que existe en la sociedad hacia las personas y los cuerpos». Y un deseo. «Que la obra no se quede solo en el estreno. Hasta ahora no nos ha ocurrido, pero sabemos que es el caso de muchas compañías en España, sobre todo cuando se hacen espectáculos más grandes que necesitan mover a más personas. Nosotras esperamos que estas funciones de Matadero sean únicamente el inicio del viaje». Aun así, son conscientes de que estrenar en Matadero supone «una visibilidad y un apoyo a nuestro trabajo, y eso es algo por lo que estamos muy agradecidas».Un callo dolorosoHan pisado las dos creadoras un doloroso callo: la situación de la danza en España, que vivió hace treinta años un período de efervescencia en todas sus manifestaciones -ballet, danza española, flamenco, danza contemporánea, aunque unas más que otras- y que la crisis económica y después la pandemia golpeó con fuerza. «Es muy difícil crecer y mantenerse. Efectivamente, hay mucha efervescencia con las primeras creaciones, pero es muy complicado tener unas condiciones mínimas para continuar de una manera profesional. No hay tantos coreógrafos, por ejemplo, de contemporáneo establecidos, y además, cuando hablas con ellos, te dicen que les resulta igual de difícil mantenerse. Resulta un poco entristecedor ver la escasez de programación de danza contemporánea en Madrid, la ciudad donde vivimos. Somos conscientes de que somos unas privilegiadas y tenemos mucha suerte al poder actuar en el Centro Danza Matadero. Pero incluso como intérpretes, cuando colaboramos con otras compañías, apenas bailamos en Madrid y sí en otros lugares».«Tenemos que ir despacito -dicen María Pagés y El Arbi el Harti-. Con este proyecto queremos explorar y también hacer mucha pedagogía, porque ésta es una casa nueva, hay que visibilizar el ciclo y generar empatía, tanto institucional como con los propios artistas». De momento, añaden, se realizará una convocatoria para la segunda edición del ciclo a la que podrán presentarse las compañías que quieran, y un equipo de selección elegirá los que considere que son los cinco mejores proyectos. De algún modo se sigue el proceso que empezaron Pagés y El Harti en Fuenlabrada, donde había artistas en residencia a los que se acompañaba y asesoraba. «Vamos a institucionalizar este sistema, porque hemos comprobado que funciona. Estamos en un gran teatro y tenemos un buen presupuesto, lo que nos va a permitir estructurar todo lo que ya hemos experimentado».«Debería haber una reflexión más orgánica de la situación de la danza -reflexiona El Harti-. Aquí, en Madrid, hay una oportunidad histórica para que las instituciones se sienten y hablen entre ellas; es fundamental el diálogo con el Ministerio de Cultura para que de aquí, del Centro Danza Matadero, puedan surgir modelos exportables a otros espacios y otros lugares. De aquí puede nacer el comienzo de esta reflexión orgánica, pero para ello tiene que haber un poco más de inteligencia política, de sensibilidad… Y de generosidad».Reflexión profundaCreen los dos que se necesita una profunda reflexión sobre el estado actual de la danza en España, porque hay «un problema serio. Nosotros trabajamos con distintos conservatorios, y la gran mayoría de sus responsables se queja de que no reciben gente, especialmente chicos que quieran ser bailarines o bailaores. Por eso creemos que desde aquí, desde la casa de la danza en Madrid, puede surgir una reflexión sobre la situación no solo de la danza, sino de las artes escénicas en general. Si hablamos de la programación de espectáculos de danza, por ejemplo, puede tener que ver con el empuje del teatro de texto, de sus circunstancias… Pero también de la sensibilidad de los programadores».Habla de nuevo El Harti para citar el programa Platea del Ministerio de Cultura , creado hace diez años, «para resolver un problema que ahora lo que hace es crear un problema para las compañías de danza». Habla de la cuota -en la edición de la temporada 2025/26, se abre a 63 espectáculos de danza de un total de 242, un 26 por ciento-. Las condiciones económicas resultan muy difíciles de asumir por muchas compañías: Cultura, a través del Inaem, cubre hasta el 65 por ciento del caché pactado (un máximo de 12.000 euros por función, IVA incluido), pero el resto depende d e la taquilla; de este modo, las compañías deberían alcanzar el 80 por ciento de ocupación, algo complicado en aquellos lugares donde los precios de las entradas sean muy reducidos o donde la asistencia sea pequeña.La danza se escapa así, dicen Pagés y El Harti, se escapa hacia lo que se denomina espacios no convencionales. «Evidentemente, la danza no atraviesa un buen momento, y es lo que nos lleva a pedir esa reflexión profunda y comprometida de las instituciones». Puede ser, se muestran pesimistas, que empeore, «porque si los chicos no van a los conservatorios…». Y se abre otro melón: la falta de salidas profesionales, la principal causa de que muchos jóvenes renuncien a seguir estudios de danza, y se dediquen a otras profesiones o busquen otros empleos. «En los que estarán frustrados -dice El Harti- porque lo que querían realmente es bailar».Actividades paralelasMientras esta reflexión profunda llega (o no), quieren María Pagés y El Arbi El Harti seguir andando en este sentido, y a los espectáculos programados en el ciclo de Nuevos Creadores les acompañan diversas actividades paralelas. Irene Tena y Albert Hernández, los integrantes de La Venidera, impartieron un taller coreográfico el pasado día 14 destinado a bailarines profesionales de danza española y estudiantes de últimos cursos de conservatorio; y lo mismo harán el 1 de noviembre Lucía Montes y Mado Dallery; el suyo lleva por título ‘Taller cuerpo moldeable’, y está abierto a bailarines o personas con algún tipo de contacto con la danza o el movimiento.Todos los artistas, además, han mantenido o mantendrán después de sus espectáculos un encuentro con el público. ¿Qué les aporta? «En algunos casos, he mantenido encuentros con el público que no me han aportado nada -confiesa Sara Jiménez-, pero en otros han formulado preguntas que nunca me había planteado y que me han llevado a cuestionarme, e incluso a revelarme aspectos de la pieza que no había tenido en cuenta. Me gusta mucho compartir estos diálogos verbales con el público, es una prolongación de nuestro encuentro, de nuestra comunicación, que es al fin y al cabo lo que buscamos, y todo un reto para nosotros».Noticia Relacionada Cultura estandar Si María Pagés cumple en Madrid el sueño que no pudo realizar en Sevilla con la inauguración del Centro Danza Matadero Marta Carrasco El Ballet Flamenco de Andalucía inaugura el nuevo espacio con ‘Pineda. Romance popular en tres estampas’También usan esa misma palabra María Pagés y El Arbi el Harti, que quieren dotar al Centro Danza Matadero de una identidad propia que lo convierta en la casa de la danza en Madrid y no únicamente en un lugar de exhibición. «La cultura es un valor identitario de cohesión social, de esperanza existencial. Por eso las instituciones han de velar por ella, porque si se pierde esa fuente de nuestra singularidad, de nuestro vínculo con lo universal, ¿qué nos queda? Son necesarios el compromiso y la paciencia. Y tenemos que luchar para que, si Madrid quiere ser líder, tiene que comprometerse con la cultura, con la danza, y eso ha de empezar con una reflexión profunda». RSS de noticias de cultura
Han pasado ocho meses desde que el Centro Danza Matadero, dependiente del Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, levantara el telón, aunque sus directores, María Pagés y El Arbi el Harti, llevaban un año diseñando la programación y el … funcionamiento de lo que quiere ser «el hogar de la danza» y que se autodefine como un «proyecto cultural orgánico, abierto, plural, inclusivo y transversal, que extrae su savia del arraigo de la ciudad en la profunda tradición de todas las danzas que se crean en España y de la universalidad que le sirve de fuente fundamental». Sus líneas generales: «Programación artística en torno a la danza, residencias artísticas para la danza, coproducciones para desarrollar espectáculos nacionales e internacionales; cooperación, colaboración e intercambio artístico con teatros, compañías y centros coreográficos nacionales e internacionales afines; talleres y clases magistrales en las artes de la danza (interpretación, coreografía, dirección de escena…); divulgación sobre la danza en su relación con la ciencia, la salud, la educación, el deporte, la tercera edad, la discapacidad, el urbanismo, la multiculturalidad…; y seminarios, experiencias y actividades orientadas a descubrir la danza para todos los públicos».
«Hemos trabajado durante casi una década en el Centro Coreográfico María Pagés en Fuenlabrada -dicen al unísono la bailaora sevillana y el poeta marroquí- y allí nos hemos dado cuenta del estado real de la danza en España, de la necesidad de que los nuevos creadores dispongan de un espacio donde desarrollar sus proyectos. Así nació el Ciclo de Nuevos Creadores, que se ha abierto con el dúo La Venidera, que componen Irene Tena y Albert Hernández, dos antiguos miembros del Ballet Nacional de España que decidieron emanciparse hace un año para conformar lo que ellos definen como «un laboratorio para la transmisión de una cultura contemporánea profundamente arraigada en el folclore, donde se exploran herramientas, mecanismos y lenguajes». Siguió esta semana Juan Carlos Avecilla, un bailarín formado en el flamenco y que ha formado parte de las compañías de Antonio Márquez, María Pagés y Ángel Rojas, entre otros conjuntos. Y de aquí a finales de diciembre formarán parte de este ciclo la cordobesa Marta Gálvez (‘Dama de noche’, 25 y 26 de octubre), procedente también de la danza flamenca, y que ha trabajado asimismo con María Pagés y con sus compañeros de ciclo La Venidera y Juan Carlos Avecilla; Sara Jiménez (‘Ave de plata’, 7 y 8 de noviembre), que hace tres años decidió emprender su carrera en solitario tras bailar en el Ballet Flamenco de Andalucía, con Rafael Estévez y Valeriano Paños y con Eduardo Guerrero; el dúo de danza contemporánea Lucía Montes y Mado Dallery (‘Im/pasible’, 12 y 13 de diciembre), que formaron compañía hace cuatro años con el propósito de hacer danza juntas y con «un interés común en la investigación, en las artes escénicas y, en particular, en el movimiento»; y cerrará este primer ciclo (lógicamente escorado en esta primera edición del ciclo hacia la danza española) con Rafael Ramírez (‘Crónica de un suceso’, 27 y 28 de diciembre), un bailaor malagueño que ha trabajado con María Pagés y Rafaela Carrasco, entre otros, y que quiere con este espectáculo rendir homenaje a Antonio Gades.
«A estos artistas -dicen Pagés y El Harti- hay que darles el espacio y la ayuda que se merecen y, sobre todo, ofrecerles acompañamiento. Lo que necesiten; puede ser un asesoramiento en iluminación o en producción, por ejemplo; algo que les ayude a constituirse realmente en compañía. El aspecto empresarial de la danza es muy complicado; de hecho, hay muchos artistas que se quedan fuera del mercado porque no saben estar en ese mercado. Y una de las batallas de esta casa es poder ofrecer a estos nuevos creadores las armas para que puedan estar en el mercado en condiciones óptimas».
María Pagés y El Arbi el Harti se autodefinen como «mirones» y llevan años observando desde su centro coreográfico de Fuenlabrada a los jóvenes que pasaron por allí. «Habíamos puesto ya la lupa sobre todos los artistas que forman este primer ciclo». «Estuvimos allí en residencia con nuestra primera pieza, ‘Inside’, y volvimos con la semilla de este proyecto actual -explican la bilbaína Lucía Montes y la italiana Mado Dallery, las únicas representantes de la danza contemporánea-. En la creación de ‘Im/pasible’ no ha habido acompañamiento en el sentido de ‘tutoría’, pero la residencia en el Centro Coreográfico María Pagés supone un gran apoyo ya simplemente por tener un lugar donde ensayar, porque esos espacios escasean en Madrid. Tanto María como El Arbi nos han acompañado desde el principio, han visto nuestra manera de trabajar y la esencia de lo que hacemos. Esa conexión es la que les ha llevado, imaginamos, a apostar por nosotras para este ciclo».
Acompañamiento
«Siempre han estado muy pendientes de mi trabajo, María y El Arbi lo conocen muy bien y hemos mantenido un contacto profesional muy estrecho», añade la granadina Sara Jiménez antes de tomar un vuelo rumbo a Chile, donde ofrecerá cinco funciones de ‘Ave de plata‘ en tres ciudades: Arica, Iquique y Concepción.
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Isabel Permuy
Seis compañías forman este primer ciclo de Nuevos Creadores, que se limita a la exhibición de los espectáculos en la Sala Fernando Arrabal (la Nave 11) de Matadero Madrid y a unas actividades paralelas (talleres, coloquios…). «Este primer ciclo nos ha servido para crear un marco de lo que queremos hacer», dicen sus responsables, que cuentan cuáles son sus planes de futuro: «En noviembre se hará una convocatoria de residencias artísticas, que van a tener tres ejes: el primero, la ayuda a la creación; en segundo lugar, el acompañamiento; y finalmente, la exhibición. Se va a completar un círculo con el desarrollo de los proyectos de principio a fin en el Centro Danza Matadero». Para el segundo eje, confiesan Pagés y El Harti que van a recurrir a sus amigos iluminadores, escenógrafos, figurinistas… para que echen una mano, pero esperan tener ya en 2027 un proyecto más profesionalizado y formar un ‘comité de sabios’ que les permita «crear un intercambio, un diálogo intergeneracional, en el que los ‘maestros’ transmitan sus conocimientos pero, al tiempo, reciban enseñanzas por parte de los nuevos creadores, que sea un diálogo recíproco. Los jóvenes tienen mucho que enseñarnos y lo que han hecho los chicos de La venidera es la prueba de que tenemos que estar a las escucha de lo que hablan; plantean una reflexión menos contaminada de la que tenemos nosotros, están desideologizados -en el buen y en el mal sentido-. Tienen cosas hiperpositivas; no tienen complejos con su propio patrimonio ni con la tradición, al contrario que nosotros. En nuestra generación, siempre hemos considerado la modernidad como una ruptura, pero no rompemos con nada. Los jóvenes no creen que la tradición les ate; al contrario, puede darles alas para volar, porque tienen una base, una corporalidad que les permite volar. Esa es la tradición. Y estos chicos tienen una relación totalmente natural con su pasado, con su tradición. Hacen con ella lo que quieran, pero no la rompen, porque la tradición no se rompe».
Nuevo y emergente
El término ‘nuevo’ o ‘emergente’ no se puede aplicar de la misma manera a todos los creadores que participan en el ciclo. Para algunos de los artistas éste es su primer contacto con el escenario desde esa posición, pero otros tienen ya una experiencia, aunque sea corta. Sara Jiménez ganó en 2020 el primer premio del Certamen Coreográfico de Madrid con una pieza titulada ‘Variación a tempo’, pero esta participación en el Centro Danza Matadero lo considera un «escaparate inmenso» para un trabajo que va más allá de la mera coreografía para convertirse en un proyecto de compañía con una dramaturgia y una intención dramática -con ella ha colaborado en este aspecto Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola-. «Va a permitir mostrar al público mi trabajo, mi lenguaje, mi identidad en un espacio por el que pasan grandes compañías tanto españolas como internacionales; se trata de un solo (y yo lo muestro con el teatro desaforado) con el que quiero demostrar que se pueden bailar solos en un gran escenario». También le permite, añade, bailar en Madrid, algo que no es fácil y que no todas las compañías consiguen. «Para nosotros supone un posicionamiento y dejarnos en un gran lugar».
Lucía Montes y Mado Dallery llegan a este ciclo con un proyecto que nace «de nuestras ganas de crecer como compañía, y por ello hemos incorporado a una tercera intérprete». ‘Im/pasible’, cuentan, es el fruto de sus inquietudes «sobre la apatía y esa enajenación que sentimos que existe en la sociedad hacia las personas y los cuerpos». Y un deseo. «Que la obra no se quede solo en el estreno. Hasta ahora no nos ha ocurrido, pero sabemos que es el caso de muchas compañías en España, sobre todo cuando se hacen espectáculos más grandes que necesitan mover a más personas. Nosotras esperamos que estas funciones de Matadero sean únicamente el inicio del viaje». Aun así, son conscientes de que estrenar en Matadero supone «una visibilidad y un apoyo a nuestro trabajo, y eso es algo por lo que estamos muy agradecidas».
Un callo doloroso
Han pisado las dos creadoras un doloroso callo: la situación de la danza en España, que vivió hace treinta años un período de efervescencia en todas sus manifestaciones -ballet, danza española, flamenco, danza contemporánea, aunque unas más que otras- y que la crisis económica y después la pandemia golpeó con fuerza. «Es muy difícil crecer y mantenerse. Efectivamente, hay mucha efervescencia con las primeras creaciones, pero es muy complicado tener unas condiciones mínimas para continuar de una manera profesional. No hay tantos coreógrafos, por ejemplo, de contemporáneo establecidos, y además, cuando hablas con ellos, te dicen que les resulta igual de difícil mantenerse. Resulta un poco entristecedor ver la escasez de programación de danza contemporánea en Madrid, la ciudad donde vivimos. Somos conscientes de que somos unas privilegiadas y tenemos mucha suerte al poder actuar en el Centro Danza Matadero. Pero incluso como intérpretes, cuando colaboramos con otras compañías, apenas bailamos en Madrid y sí en otros lugares».
«Tenemos que ir despacito -dicen María Pagés y El Arbi el Harti-. Con este proyecto queremos explorar y también hacer mucha pedagogía, porque ésta es una casa nueva, hay que visibilizar el ciclo y generar empatía, tanto institucional como con los propios artistas». De momento, añaden, se realizará una convocatoria para la segunda edición del ciclo a la que podrán presentarse las compañías que quieran, y un equipo de selección elegirá los que considere que son los cinco mejores proyectos. De algún modo se sigue el proceso que empezaron Pagés y El Harti en Fuenlabrada, donde había artistas en residencia a los que se acompañaba y asesoraba. «Vamos a institucionalizar este sistema, porque hemos comprobado que funciona. Estamos en un gran teatro y tenemos un buen presupuesto, lo que nos va a permitir estructurar todo lo que ya hemos experimentado».
«Debería haber una reflexión más orgánica de la situación de la danza -reflexiona El Harti-. Aquí, en Madrid, hay una oportunidad histórica para que las instituciones se sienten y hablen entre ellas; es fundamental el diálogo con el Ministerio de Cultura para que de aquí, del Centro Danza Matadero, puedan surgir modelos exportables a otros espacios y otros lugares. De aquí puede nacer el comienzo de esta reflexión orgánica, pero para ello tiene que haber un poco más de inteligencia política, de sensibilidad… Y de generosidad».
Reflexión profunda
Creen los dos que se necesita una profunda reflexión sobre el estado actual de la danza en España, porque hay «un problema serio. Nosotros trabajamos con distintos conservatorios, y la gran mayoría de sus responsables se queja de que no reciben gente, especialmente chicos que quieran ser bailarines o bailaores. Por eso creemos que desde aquí, desde la casa de la danza en Madrid, puede surgir una reflexión sobre la situación no solo de la danza, sino de las artes escénicas en general. Si hablamos de la programación de espectáculos de danza, por ejemplo, puede tener que ver con el empuje del teatro de texto, de sus circunstancias… Pero también de la sensibilidad de los programadores».
Habla de nuevo El Harti para citar el programa Platea del Ministerio de Cultura, creado hace diez años, «para resolver un problema que ahora lo que hace es crear un problema para las compañías de danza». Habla de la cuota -en la edición de la temporada 2025/26, se abre a 63 espectáculos de danza de un total de 242, un 26 por ciento-. Las condiciones económicas resultan muy difíciles de asumir por muchas compañías: Cultura, a través del Inaem, cubre hasta el 65 por ciento del caché pactado (un máximo de 12.000 euros por función, IVA incluido), pero el resto depende d e la taquilla; de este modo, las compañías deberían alcanzar el 80 por ciento de ocupación, algo complicado en aquellos lugares donde los precios de las entradas sean muy reducidos o donde la asistencia sea pequeña.
La danza se escapa así, dicen Pagés y El Harti, se escapa hacia lo que se denomina espacios no convencionales. «Evidentemente, la danza no atraviesa un buen momento, y es lo que nos lleva a pedir esa reflexión profunda y comprometida de las instituciones». Puede ser, se muestran pesimistas, que empeore, «porque si los chicos no van a los conservatorios…». Y se abre otro melón: la falta de salidas profesionales, la principal causa de que muchos jóvenes renuncien a seguir estudios de danza, y se dediquen a otras profesiones o busquen otros empleos. «En los que estarán frustrados -dice El Harti- porque lo que querían realmente es bailar».
Actividades paralelas
Mientras esta reflexión profunda llega (o no), quieren María Pagés y El Arbi El Harti seguir andando en este sentido, y a los espectáculos programados en el ciclo de Nuevos Creadores les acompañan diversas actividades paralelas. Irene Tena y Albert Hernández, los integrantes de La Venidera, impartieron un taller coreográfico el pasado día 14 destinado a bailarines profesionales de danza española y estudiantes de últimos cursos de conservatorio; y lo mismo harán el 1 de noviembre Lucía Montes y Mado Dallery; el suyo lleva por título ‘Taller cuerpo moldeable’, y está abierto a bailarines o personas con algún tipo de contacto con la danza o el movimiento.
Todos los artistas, además, han mantenido o mantendrán después de sus espectáculos un encuentro con el público. ¿Qué les aporta? «En algunos casos, he mantenido encuentros con el público que no me han aportado nada -confiesa Sara Jiménez-, pero en otros han formulado preguntas que nunca me había planteado y que me han llevado a cuestionarme, e incluso a revelarme aspectos de la pieza que no había tenido en cuenta. Me gusta mucho compartir estos diálogos verbales con el público, es una prolongación de nuestro encuentro, de nuestra comunicación, que es al fin y al cabo lo que buscamos, y todo un reto para nosotros».
También usan esa misma palabra María Pagés y El Arbi el Harti, que quieren dotar al Centro Danza Matadero de una identidad propia que lo convierta en la casa de la danza en Madrid y no únicamente en un lugar de exhibición. «La cultura es un valor identitario de cohesión social, de esperanza existencial. Por eso las instituciones han de velar por ella, porque si se pierde esa fuente de nuestra singularidad, de nuestro vínculo con lo universal, ¿qué nos queda? Son necesarios el compromiso y la paciencia. Y tenemos que luchar para que, si Madrid quiere ser líder, tiene que comprometerse con la cultura, con la danza, y eso ha de empezar con una reflexión profunda».
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